La colaboración entre Guillermo del Toro y Oscar Isaac en Frankenstein ha dejado una de las revelaciones más sorprendentes del año: Pedro Infante fue una de las principales influencias para construir al nuevo Víctor Frankenstein. En una conversación reciente para GQ, el director mexicano y el actor guatemalteco-estadounidense reflexionaron sobre cómo su herencia latinoamericana definió la esencia emocional de la película y cómo el espíritu del cine mexicano clásico terminó impregnando al monstruo y a su creador.

El alma latina detrás de ‘Frankenstein’

Durante la entrevista, Del Toro e Isaac coincidieron en que su conexión creativa nació de un terreno común: la sensibilidad latinoamericana, marcada por la fe, el melodrama y la figura familiar.
El director recordó que, desde su primera cena juntos, ambos descubrieron que compartían una misma mirada sobre el mundo: una donde el amor, la culpa y la redención son fuerzas inseparables.

“El melodrama es parte de nuestro ADN. El catolicismo, la culpa, la necesidad de redención… todo eso está en Frankenstein”, explicó Del Toro.

Para el realizador, esos elementos son tan fundamentales como los componentes góticos de la historia original de Mary Shelley. Su adaptación busca capturar no solo el horror de la creación de un monstruo, sino también la tragedia espiritual de un hombre que desafía los límites del alma humana.

Isaac, por su parte, reconoció que su experiencia como latino en Hollywood influyó directamente en su interpretación:

“La película no trata solo de monstruos, sino de outsiders. De personas que viven al margen y buscan su lugar en un mundo que no los comprende. Esa sensación me resulta muy cercana.”

Pedro Infante: el modelo del nuevo Víctor Frankenstein

El momento clave llegó cuando Guillermo del Toro le mostró a Isaac la película La oveja negra (1949), protagonizada por Pedro Infante y dirigida por Ismael Rodríguez. El director le explicó que quería que el personaje de Víctor Frankenstein tuviera algo de la masculinidad trágica y carismática que representaba el ídolo del cine de oro mexicano: un hombre fuerte y apasionado, pero vulnerable por dentro.

“Guillermo me dijo que mirara la forma en que Pedro Infante contenía el dolor detrás del orgullo, cómo se movía, cómo usaba el silencio”, relató Isaac.

El actor estudió los gestos y el lenguaje corporal del cantante y los incorporó en las escenas donde su personaje enfrenta al monstruo que ha creado. Según explicó, esos pequeños matices —una mirada, una postura, un movimiento de manos— fueron su manera de rendir homenaje al cine clásico mexicano y de dotar al personaje de una humanidad contradictoria.

El resultado, según Del Toro, fue un Víctor Frankenstein sensual, culpable y profundamente humano, lejos del científico frío de las versiones británicas.

“Oscar entendió que el conflicto no era entre el bien y el mal, sino entre el deber moral y el deseo. Eso lo hace trágico, pero también profundamente latino”, señaló el director.

Un Frankenstein con alma mexicana

Del Toro ha dicho en más de una ocasión que no necesita llenar sus películas de banderas o símbolos patrios para que sean mexicanas.

“Cuando la gente pregunta qué hay de mexicano en mis películas, respondo que lo mexicano soy yo”, afirmó.

Esa identidad impregna Frankenstein desde su concepción visual hasta el tono emocional. La puesta en escena combina la estética gótica con la teatralidad del melodrama clásico, mientras las actuaciones se desarrollan con intensidad emocional y pausas dramáticas más propias de una telenovela que de una historia de terror tradicional.

Isaac coincidió:

“Guillermo dirige escenas con un ritmo que recuerda a las telenovelas, donde un gesto o un silencio pueden decir más que cualquier diálogo.”

De ese equilibrio entre lo universal y lo profundamente local surge una versión de Frankenstein distinta: una tragedia sobre la soledad y la redención, contada desde una sensibilidad latina que honra el pasado sin perder modernidad.

Una criatura hecha de emociones y raíces

Con Frankenstein, Guillermo del Toro reinterpreta el mito desde una perspectiva humana, espiritual y culturalmente híbrida. Y en el corazón de esa criatura —de carne, dolor y culpa— palpita también el eco de una voz que pertenece al pasado: la de Pedro Infante, símbolo eterno de amor, tragedia y redención.

“Hay algo en Pedro Infante —esa mezcla de orgullo, tristeza y ternura— que define al Víctor de Guillermo”, concluyó Isaac.

Así, entre la herencia del cine mexicano, la sensibilidad latina y la mirada de dos creadores que entienden el poder del drama humano, Frankenstein cobra nueva vida: una hecha de emociones, fe y memoria cultural.